miércoles, 5 de junio de 2019

Acoso Moral y Violencia



INTRODUCCIÓN
En la vida mantenemos relaciones de todo tipo, algunas poco trascendentes, otras enriquecedoras, creativas y a veces también, relaciones que desgastan, nocivas, que pueden  avanzar en escaladas provocando deterioros graves que pueden provocar  la paralización o muerte psíquica, emocional e incluso física.
Tomaremos para esta primera aproximación al tema, los escritos de Marie Hirigoyen “Acoso moral; el maltrato psicológico en la vida cotidiana”. (1998 Èditions La Dècouverte y Syros  - París) extrayendo de estos textos pasajes que nos sirvan de disparadores para reflexionar sobre el tema, intentando provocar  el movimiento que permita,  llegado el caso, identificarnos (o identificar a terceros) con estos vínculos  que suelen “aparecer” como “desapercibidos” e intentar a través de este espacio, ofrecer ayuda para poder  intervenir a tiempo a quien lo desee.
… todos hemos sido testigos de ataques perversos en uno u otro nivel, en la pareja, en la familia, en la empresa o en la vida política y social. Sin embargo parece que nuestra sociedad no percibiera esa forma de violencia indirecta.
Tomando la modalidad de la autora, nos referiremos en estos casos como “perverso” al “agresor”. Luego  determinaremos el contenido nosográfico de cada terminología.
Estas relaciones, precedidas por agresiones, derivan de un proceso inconsciente de destrucción psicológica, formado por acciones hostiles evidentes u ocultas, de uno o varios sujetos, hacia un individuo determinado. Por medio de palabras sin importancia aparente, de alusiones, de insinuaciones, conductas sutiles etc. es posible desestabilizar a alguien, e incluso destruirlo sin que  su círculo de allegados llegue a intervenir.
Todo individuo “normalmente neurótico” presenta comportamientos perversos en determinados momentos (por ejemplo enojo, rabia), pero también es capaz de pasar a otros registros de comportamiento y sus movimientos les dan lugar a un cuestionamiento posterior. Un individuo perverso, en cambio, es permanentemente perverso; se encuentra fijado a ese modo de relación con el otro y no se pone en tela de juicio a sí mismo en ningún momento.
Estos sujetos sólo pueden existir si “desmoronan” a alguien; necesitan rebajar a los otros para adquirir una buena autoestima y mediante ésta, adquirir el poder ya que están ávidos de admiración y aprobación.
La perversión fascina, seduce y da miedo. Saben manipular de un modo natural, lo que parece una buena condición en el mundo de los negocios o la política, instintivamente se puede sentir que es mejor estar con ellos que contra ellos; muchas veces, el más admirado es aquel que sabe disfrutar más y sufrir menos. Entonces una manera actual de entender la tolerancia consiste en abstenerse de intervenir en las acciones y en las opiniones de otras personas aun cuando estas opiniones o acciones nos parezcan desagradables o incluso moralmente reprensibles. Manifestamos asimismo una indulgencia inaudita en relación con las mentiras y manipulaciones que llevan a cabo los hombres poderosos. ¿No corremos el riesgo de erigirnos en cómplices, por indiferencia, y de perder nuestros límites o nuestros principios? La tolerancia pasa necesariamente por la instauración de unos límites claramente definidos. Este tipo de agresión consiste en una intrusión en el territorio psíquico del otro. El contexto sociocultural actual permite que la perversión se desarrolle porque la tolera. Solo nos volvemos a encontrar con nuestra capacidad de indignarnos cuando los hechos aparecen en la escena pública, presentados y amplificados por los medios de comunicación.
Existen manipulaciones anodinas que dejan un rastro de amargura o de vergüenza por el hecho de verse engañado, pero también existen manipulaciones mucho más graves que afectan a la misma identidad de la víctima y que son cuestión de vida o muerte.
La víctima, aunque reconozca su sufrimiento, no se atreve realmente a imaginar que ha habido violencia y agresión. Duda “no seré yo quien inventa todo esto, como algunos me lo sugieren?”. Cuando se atreve a explicar lo que le ocurre, tiene la sensación de expresarse mal, de que no se le comprende.
Los pequeños actos perversos son tan cotidianos que parecen normales. Empiezan con una sencilla falta de respeto, con una mentira o con una manipulación. Si el grupo social donde se presentan no reacciona, estos actos se trasforman progresivamente en verdaderas conductas perversas. Al no tener seguridad de ser comprendidas, las víctimas callan y sufren en silencio pero también pueden, arrastradas a ese juego mortífero, reaccionar a su vez de un modo perverso, pues cada uno de nosotros puede utilizar este tipo de relación de un modo defensivo.
Esta destrucción moral existe desde siempre, se puede presentar tanto en familias, en las que se mantiene oculta, como en ámbitos laborales, políticos o educativos.
Frente a algún indicador, indicio de que uno o un tercero pueda estar sufriendo cualquier tipo de violencia / abuso, se debe buscar enseguida ayuda. Contactar con líneas locales de asistencia a situaciones de violencia, con un referente personal, familiar, amigo etc. y buscar atención psicológica que pueda ofrecer, en conjunto, sostén, acompañamiento, elaboración y resolución del conflicto.