sábado, 28 de septiembre de 2019

Psicopedagogía y formas de evaluación.




Actualmente la psicopedagogía ha alcanzado un protagonismo inusitado en nuestro país. Este protagonismo se debe a las gestiones de distintas agrupaciones  que buscan reivindicar los derechos y espacios propios de trabajo de la psicopedagogía en los diferentes contextos de aprendizaje.
Todos/as los/as psicopedagogos/as conocemos cuáles son los diferentes contextos laborales donde nos podemos desempeñar: ámbitos laboral, educacional, comunitario y clínico. En el tiempo que llevo como psicopedagogo he desempeñado mi profesión en dos trabajos: un programa de prevención focalizada de la red Sename y en la fundación Saint Germain que se dedica a atender a la población infanto-juvenil con problemas de consumo de sustancias psicoactivas de tipo perjudicial y dependiente.
En el trabajo de evaluación de los usuarios para determinar las áreas psicopedagógicas que habían que intervenir, me he enfrentado con un dilema; por una parte, tenía los instrumentos de evaluación que me habían enseñado en los años de formación pero, por otra parte, me daba cuenta que la población que estaba atendiendo, no se ajustaban a los parámetros de evaluación tradicional que me habían enseñado cuando había estudiado y no los consideraba inadecuados para ser aplicado a dicha población.
En esta misma época me encontraba leyendo algunos autores que me mostraron otra forma de evaluación (Max Pulver y Erigh Wartegg), además conté con la ayuda de un colega que ya se había enfrentado a este dilema en su ejercicio profesional
A partir de esto pude comenzar a reorientar el  enfoque tradicional de evaluación psicopedagógica y comencé a incorporar pruebas proyectivas e instrumentos de evaluación asociado al dinamografismo (decodificación de cualquier manifestación gráfica).
Estos dos autores, Pulver y Wartegg, me entregaron indicaciones para poder analizar las pruebas proyectivas y, a su vez, ligarlo al aprendizaje. El aprendizaje tiene como punto de partida el input (entrada) a través de la percepción y el estímulo de la hoja en blanco, luego debe tomar una decisión a través de la respuesta y, finalmente, materializa el movimiento programado y entrega el texto resultante  output (salida de la información).
En el contexto de esta aplicación la escritura es el resultado de una integración neuromuscular y la coordinación visomotora que permite fijar los signos gráficos en un soporte (cuaderno, hoja en blanco, etc.). Si bien la escritura es un acto voluntario, este proceso queda de cierta manera automatizada, todo lo anterior implica que la escritura es el resultado de una actividad cerebral que implica varias funciones de nivel superior que están interrelacionadas entre sí.  Entran en juego el lóbulo frontal, el lóbulo parietal, el lóbulo occipital y el lóbulo temporal.
Finalmente podemos decir que el proceso escriturario es complejo, debido que a través de la escritura podemos determinar si el ser humano presenta a nivel cognitivo flexibilidad de pensamiento, pensamiento concreto, acciones; a nivel relacional podemos decir que se puede inferir si la persona se relaciona de forma más concreta con los demás o es flexible a la hora de relacionarse y establecer relaciones interpersonales, por último, a nivel ejecutor podemos señalar si presenta adecuadas habilidades para ejecutar actividades simples y complejas y resolución de problema.
Con lo que he dicho en este texto quiero reafirmar mi convicción teórica y práctica que la
Psicopedagogía no tiene límite y hay que saber adaptarse, ser flexible e innovador para poder enfrentar de manera adecuada los diferentes contextos en donde nos podemos desempeñar y responder a las expectativas y necesidades de las personas.

Gustavo Alvarez Bruna, Psicopedagogo. Diplomado en “Resolución de conflicto en el ámbito socio – familiar” y actualmente estudiante del diplomado en: “Neuroescritura forense, análisis del comportamiento delictual”


Wendy Solís Psicóloga Mexicana